domingo, 26 de junio de 2011

Autocontrol (3ª parte).-


Todos sabemos que tenemos nervios que transmiten y reciben mensajes. Disponemos de un sistema nervioso autónomo que funciona de manera automática con una red de mensajes que cambia constantemente. Sin este maravilloso sistema no podríamos hacer nada. No sólo trabaja mediante todos los nervios del cuerpo, sino que puede hacer que ciertas glándulas segreguen fluidos que se incorporan a la sangre; estos fluidos causan reacciones similares a las que provocarían los impulsos nerviosos.
El más importante de estos compuestos (fluidos) es la adrenalina, que prepara todo el cuerpo para la acción ante momentos de peligro. Los efectos de la adrenalina en dosis adecuadas son muy necesarios y beneficiosos. Por ejemplo, hace que el corazón lata con rapidez y energía en caso necesario, que las arterias de la piel se contraigan y dirijan la sangre a sitios más importantes, como los músculos, para reaccionar con rapidez en situaciones de apuro y peligro, etcétera. Pero el problema está cuando la cantidad de adrenalina segregada es habitualmente excesiva o cuando se segrega en grandes cantidades en momentos inadecuados, aunque sólo sea de vez en cuando.
Los estados de ansiedad, los ataques de ira y violencia incontrolada, las tensiones, etcétera, pueden reducirse a un grupo de síntomas físicos causados por un exceso de adrenalina. Pero parece ser que no existe, por ahora, una píldora que neutralice la acción de la adrenalina. El problema está en la manera de reaccionar todo el sistema nervioso. Es la psiquis (la mente) quien ha enseñado al sistema nervioso a reaccionar de manera desproporcionada. Estamos ante un problema de origen psicológico, un estado psíquico con manifestaciones físicas y, en consecuencia, el tratamiento eficaz debe comenzar por la mente. El dominio de sí mismo o la habilidad por controlar nuestras palabras y acciones y saber encarar con calma y serenidad las situaciones difíciles se puede y debe intentar desde la ciencia psicológica.
El sistema nervioso autónomo funciona como el piloto automático de un avión y ejecuta sus programas con independencia de las acciones voluntarias. Por eso, aunque nos percatemos de que no hay motivo de preocupación, el organismo sigue reaccionando con señales de alarma, si la adrenalina liberada por el sistema simpático es excesiva. El sistema simpático es el encargado de aumentar la excitación y las reacciones de lucha y huida, mientras que el sistema parasimpático se encarga de restablecer la calma y desacelerar el ritmo de excitación.
Por medio de técnicas especiales de entrenamiento podemos llegar a ejercer un gran control voluntario del sistema nervioso, actuando sobre el parasimpático, fundamentalmente mediante la relajación y el control mental.

La relajación es el antídoto natural más efectivo de nuestro propio organismo contra la ansiedad, el nerviosismo, la tensión y la cólera, ya que no se puede actuar calmado y relajado y, al mismo tiempo, iracundo y tenso.

Relajación física para el control y el dominio de uno mismo.



El plan de acción para el autocontrol tiene como fin librarnos del hábito de pensar de manera negativa, impulsiva y descontrolada y entrenarnos en actitudes mentales positivas, controladas y calmadas.
Este plan de acción para el autocontrol se compone de cinco tiempos o fases que han de darse de manera conjunta y en interacción.
Un cuerpo entrenado en la relajación, la respiración profunda y la calma. Es fundamental recuperar la habilidad para relajarse, desconectase y librar nuestros músculos de las tensiones innecesarias. Aflojar todos los músculos de los brazos y las manos, cuello y hombros, rostro (frente, mandíbula, etcétera), tobillos, piernas y nalgas, al tiempo que se desconecta la mente de todo pensamiento y se deja llevar por las sensaciones de reposo, descanso y aflojamiento general.
Desde un estado de calma, activar la mente a pensar de forma esperanzadora y positiva. Saber que es el miedo a los síntomas de temor, de ira o de nerviosismo lo que nos incapacita y no los síntomas mismos. Los pasos que hay que seguir son los siguientes:
Hacer una lista de síntomas y situaciones en las que se produce el descontrol de nosotros mismos.
¿Qué situaciones producen un mayor descontrol y falta de dominio?
¿Qué situaciones producen un menor descontrol y en las que podría empezar a ejercitarme desde un estado de relajación y calma?
¿Qué situaciones intermedias me producen un descontrol que podría dominar dentro de poco tiempo?
Manteniendo siempre un estado de relajación y calma aceptable, empezar a enfrentarme con las situaciones en las que el dominio de mis acciones es más fácil. Progresar después, por aproximaciones sucesivas, afrontando situaciones cada vez más complejas, pero sin pretender objetivos para los que no estamos preparados.
Cada nuevo intento debe ir precedido por una imagen mental clara de la nueva situación, viéndonos a nosotros mismos ya controlando esa situación desde la calma y el equilibrio. ¡Imaginemos que ya lo hemos logrado!
Llevar un registro o anotación con los logros obtenidos.
Pronostica de ti mismo que serás cada vez una persona con mayor autocontrol y harás realidad, con facilidad, aquello que esperas y predices sobre ti.
Controlar el propio enfado y la impulsividad dando tiempo al tiempo (contar hasta cien) para que los impulsos incontrolados no se disparen con toda su primariedad desde esa zona irreflexiva de nuestro cerebro hasta el tálamo. Hay que dar tiempo a que la mente contemple con frialdad y sin apasionamiento las cosas.
Felicítate con calor y entusiasmo cada vez que te encuentres sereno, en calma y con pleno dominio y control sobre tus actos.
Desde hoy nos será más fácil enfrentarnos al problema de la falta de dominio sobre nosotros mismos, porque sabemos qué es lo que nos sucede cuando nos domina la ansiedad, la ira y las tensiones y cómo debemos actuar para poner un remedio eficaz.
Ser dueño de uno mismo, autocontrolarse, no es una tarea fácil, ya que dentro de cada persona se libra una lucha permanente entre la mente, el pensamiento y las emociones y pasiones. Es aquí donde debe actuar la autodisciplina permitiendo que la mente, la razón guíe nuestra conducta y que siga bajo control los deseos instintivos de conseguir una satisfacción gratificante de forma inmediata. La persona verdaderamente autodisciplinada es al mismo tiempo libre al triunfar sobre sus emociones y pasiones y ser dueña de su destino.
La ley natural del equilibrio demuestra que las cosas que nos producen mayor cantidad de placer inmediato suelen ser las que más nos perjudican a largo plazo, bien sea en la salud, en la felicidad o en el éxito. Por la autodisciplina aprendemos a esperar pacientemente el día de la siega y de la recolección, como hace el sembrador cuando ilusionado y esperanzado derrama la semilla en los surcos abiertos.
Cualquiera que aspire a ser feliz, a realizar un proyecto de vida gratificante, a dar sentido a su vida, debe desarrollar el hábito de la autodisciplina, del control de sí mismo y de la paciente espera tras haber hecho día a día cuanto debe hacer con tesón y sin derrotismo. La autodisciplina confiere verdadero temple y vigor a la voluntad.




Recibe un abrazo de Paz. 

 Ángel-Dandy



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