martes, 22 de marzo de 2011

La ambición (en el buen sentido de la palabra). 2ª parte







LA AMBICIÓN (2ª Parte).-

El afán de superación

La ambición equilibrada hace que el individuo se supere siempre a sí mismo en un afán de generosidad que le hace fijarse nuevas metas.
Es conveniente evitar dos extremos igualmente perniciosos:


Por una parte, la cobardía que desconfía de las posibilidades del otro y que seca toda motivación, porque la voluntad no se educa mediante le a repetición machacona de actos (esto podría ser simple amaestramiento), sino con ideas claras que se convierten en profundas convicciones, en ideales.

Por otra parte, hemos de evitar la hipermotivación angustiosa, que impide al individuo el mejor rendimiento de sus posibilidades.





A este respecto puede servir el siguiente texto oriental:
“Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad. Cuando dispara esperando ganar una medalla de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado, pero el premio le divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar. El deseo de triunfo y el afán por conseguir el premio se han convertido en enemigos que le privan de la visión, la armonía y el goce”.
El ansia por una buena nota, por un buen resultado en demasía nos puede inquietar, pero a veces no nos hacen disfrutar:
Uno de los pocos hombres que han caminado por la luna cuenta cómo tuvo que reprimir sus instintos artísticos cuando llegó al satélite. Recuerda que cuando se hallaba mirando embelesado a la Tierra, estaba como paralizado por el asombro y diciéndose para sí: “¡Dios mío, que preciosidad!”
Pero en seguida, volviendo en sí, se dijo: “Deja de perder el tiempo y dedícate a recoger piedras!”
Hay dos tipos de educación la que te enseña a ganarte la vida y la que te enseña a vivir.


Para terminar te invito a que leas estas dos historias de Anthony de Mello:






Historia de los tarros de oro







Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que le decía: «¿Te
gustaría tener los siete tarros de oro?». El barbero miró en torno suyo y no vio a
nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió anhelante: «Sí, me gustaría
mucho». «Entonces ve a tu casa en seguida», dijo la voz, «y allí los encontrarás».
El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto: allí estaban los siete tarros, todos
ellos llenos de oro, excepto uno que sólo estaba medio lleno. Entonces el barbero no
pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. Sintió un violento
deseo de llenarlo; de lo contrario, no sería feliz.
Fundió todas las joyas de la familia en monedas de oro y las echó en el tarro. Pero
éste seguía igual que antes: medio lleno. ¡Aquello le exasperó! Se puso a ahorrar y a
economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a su familia. Todo
inútil. Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno.
De modo que un día pidió al Rey que le aumentara su sueldo. El sueldo le fue
doblado y reanudó su lucha por llenar el tarro. Incluso llegó a mendigar. Y el tarro
engullía cada moneda de oro que en él se introducía, pero seguía estando
obstinadamente a medio llenar.
El Rey cayó en la cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le
preguntó: «¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías tan feliz y
satisfecho.
Y ahora que te ha sido doblado el sueldo, estás destrozado y abatido. ¿No será que
tienes en tu poder los siete tarros de oro?». El barbero quedó estupefacto: «¿Quién os
lo ha contado, Majestad?», preguntó.
El Rey se rió. «Es que es obvio que tienes los síntomas de la persona a quien el
fantasma ha ofrecido los siete tarros.
Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era
únicamente para ser, atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Aquel oro no
podía ser gastado. Lo único que ocasiona es el vehemente impulso de amontonar cada
vez más. Anda, ve y devuélveselo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz».

 El pájaro que tuvo que buscar un nuevo nido

Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.

Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyo su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y el se dio cuenta que iba a morir, en un deseo repentino por salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costo mucho trabajo porque había olvidado como volar, pero enfrento el dolor del entumecimiento hasta que logro levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso. 

Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te están obligando a elevar el vuelo o a morir.
Nunca es tarde, no importa lo que hayas vivido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa los errores que se hayan cometido, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir ¡¡basta!! Para oír la llamada que nos dice que tenemos para buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.


Ángel-Dandy

1 comentario:

Ángel Dandy dijo...

La buena ambición nos hace libres, la mala ambición nos esclaviza. Dandy