TESTIMONIO Y CORAJE: La fe es el mayor don recibido por el creyente. Es, por tanto, lo mejor que puede aportar a sus hermanos. Pero ha de hacerlo sin petulancia, sin atropellar y con valentía, sin amilanarse por las dificultades o dormirse en las facilidades. Los discípulos de Jesús no creyeron fácilmente en la resurrección; pero, disipados su temores y confirmados en la fe, dieron testimonio con valor, viviendo como hermanos y anunciando el evangelio a todas las gentes. De una u otra forma, todos los cristianos debemos ser testigos de la resurrección del Señor en un mundo hostil. Por eso necesitamos coraje para no replegarnos al equívoco y estrecho marco de la vida privada. Hace falta mucho valor para no convertir la fe en rutina en un medio cristiano, y hace falta valor para anunciar el evangelio en un medio indiferente, que necesita que demos razón de nuestra esperanza. |
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