De manera germinal, Jesús está diseñando en su despedida las líneas maestras de su movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por Él mismo y dedicada totalmente a abrir caminos al reino de Dios, en una actitud de servicio humilde y fraterno, con la esperanza puesta en el reencuentro de la fiesta final.
Perdona a sus verdugos. Para el buen ladrón el perdón y una gran promesa. Jesús es maestro del perdón porque es maestro del amor. Sin duda, también al “mal” ladrón le ablandará el corazón, para que le diga: “Jesús, acuérdate de mí...” Al final no habrá separación entre crucificad@s buen@s y mal@s. Es lo que dice Lucas poniendo en boca de Jesús esas maravillosas palabras: “Padre, perdónalos...” Es el perdón, el amor, no el castigo, lo que nos salva y nos hace buen@s.
Dolor y esperanza. Comunión con los sufrimientos humanos y esperanza en el Dios de la vida. En el momento de la muerte, un grito de confianza absoluta. Padre, a ti voy. En ti me abandono. En ti quiero descansar.
“La muerte de Jesús en cruz es la consecuencia de una vida en el servicio radical a la justicia y al amor; es secuela de su opción por los pobres y los desheredados; de la opción por su pueblo, que sufría explotación y extorsión. En este mundo, toda salida en favor de la justicia y del amor es arriesgar la vida ”.
La pasión de Jesús no se termina y su Resurrección se renueva permanentemente. Comulguemos con l@s herman@s en su pasión y su resurrección, mostrando cercanía, unión y compromiso liberador, combatiendo las causas del sufrimiento. ¿Qué hago ante la personas crucificadas? ¿Qué hago ante sus cruces? ¿Qué voy a hacer para bajarlas de la cruz?
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