Líbranos, Señor, de hablar mucho y hacer poco
Líbranos, Señor, de ser de los que hablan mucho, pero no empiezan nada;
de los que empiezan todo, pero no acaban nada;
de los que prometen siempre, pero no cumplen nunca;
de los que no hacen nada, pero no paran de criticar a todos;
de los que se quejan de la dureza de los tiempos, del egoísmo de la gente, pero no intentan mejorarse para enriquecer a los demás;
de los que no piensan más que en recibir, pero no dan nada; de los que no se equivocan nunca o de los que no saben reconocerlo.
De todo ello, líbranos, Señor...
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