Conocer en lenguaje
bíblico significa amar, amor recíproco y generoso, conocimiento mutuo,
comprensión sin palabras, íntima comunión, relación profunda y personal,
abandono incondicional, plena aceptación y confianza.
¿Me preocupo de conocer y respetar
a las personas, al estilo de Jesús?
¿Qué sentimientos y actitudes provoca en mí saberme incondicionalmente conocid@ y amad@ por Jesús? ¿Saber que,
como a mí, conoce y ama a todas sus criaturas? Seguirle es tomar la opción de
ir transformando el mundo, intentar llenarlo de esperanza, hacerlo más
habitable, más digno, más humano y más feliz para tod@s.
Jesús nos contagia y
nos regala inmortalidad. No habla de darle algo a cambio, de la necesidad continua de perdón, de lo
poco que merecemos y de lo mucho que pecamos. Las madres y padres tampoco
hablan así a sus hijas e hijos.
Jesús nos repite las actitudes que le
caracterizan: conocer –cercanía, confianza, intimidad-; dar vida eterna – ya ha
comenzado-; no dejar arrebatar - seguridad, ayuda, protección...- Siguiendo el
ejemplo de Jesús, también puedo contagiar y regalar vida. Si mi forma de actuar
hace que las personas que viven y se relacionan conmigo tengan más paz,
esperanza, alegría, felicidad..., entonces estoy contagiando y regalando vida,
que no perece, que nada ni nadie puede arrebatar. Como hace Jesús.
Jesús no sólo nos
conoce, nos protege y nos da vida, sino que además nos introduce en la unidad de amor con el Padre.
Nos demuestra su amor sin límites (Jn
15,13).
Ha alejado definitivamente de nosotr@s todo peligro de muerte,
dándonos vida plena.
No caminamos para alcanzar un premio.
Jesús nos invita a vivir como quien realmente YA lo ha
obtenido
porque Él nos lo ha regalado.
Estamos siempre en sus manos.
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