martes, 5 de abril de 2011

Sobre la Amistad (1ª parte)


El amigo, ese tesoro

“En tiempo de higos, todos son amigos” (refrán popular)
“El amigo fiel es un tesoro” (La Biblia)
“Sin amigos, la vida se vuelve funeraria”
“ Mientras el puchero hierva, la amistad florece” (refrán popular)
“La persona sin amigos es como la mano derecha sin la izquierda”
Uno de los mayores gozos que podemos encontrarnos es descubrir el encanto de la amistad. Se han escrito muchos libros sobre este gran valor que a veces termina adulterado. De entre ellos, hay uno que te recomiendo; es el titulado “El amigo, ese tesoro” de Ediciones San Pablo. La lectura del mencionado libro me sirve de base para el artículo que a continuación presento.
Hay múltiples razones por las que la amistad no siempre es pura. Entre ellas, resalto las siguientes:


Nuestras relaciones más que un intercambio personal, son un mercado de servicios.

Estamos tan relacionados que nuestros contactos humanos están corriendo el peligro de ser superficiales, momentáneos.

No hay tiempo para la charla sabrosa “a tiempo perdido”, sin el apremio del cronómetro. Se trata de cumplir. Y entonces en la vida nos cruzamos y nos cruzamos, pero no nos encontramos.

Estamos robotizados: Nuestra cabeza se ha convertido en una caja registradora y nuestro corazón en una caja de caudales.

El verdadero tesoro es el éxito profesional, el ascenso, el negocio, el dinero, el confort, y por eso, cuando hay que elegir pierde el amigo: Se vende, se traiciona... y por eso casi nunca hay tiempo para deleitarse con los amigos. Es cuestión de jerarquía de valores.

En conclusión, nos falta potenciar la cultura más importante, la del corazón.
A veces, casi siempre, el principal obstáculo (y único) para el nacimiento de la amistad hay que buscarlo en el sujeto mismo, que se queja doloridamente de no poder tener amigos.

Peligros a tener en cuenta

  1. Se confunde al amigo con el compañero de clase, de trabajo, del club deportivo, de partido político. Se confunde la amistad con las buenas relaciones. Se comparten estudios, aficiones, deportes, pero falta por compartir lo más esencial que es la propia intimidad.
  2. Se confunde el amigo con el “colaborador”. Se comparte un proyecto, unas tareas,... No se dan los unos a los otros, sino que juntos de dan a la misma causa.
  3. Se confunde el amigo y con el amigote, con aquellos con los que frecuentamos los mismos lugares, con quienes reímos, con quienes cantamos, tomamos una copas, contamos chistes, bailamos, con quienes lo pasamos bomba. No tratamos de utilizarlos. Nos queremos, pero con todo, no llegamos a amigos; si es necesario dar una mano para ayudar, todos incondicionales, pero no hay un encuentro en profundidad . Cada uno guarda y resuelve a solas sus problemas más profundos; hay camaradería, compañerismo, pero no se ha alcanzado la amistad.
  4. Se confunde el amigo con el/la “enamorado/a”, con los que se quieren. Se sienten tan a gusto juntos... La sangre se les acelera en la venas, el corazón coge velocidad, el tiempo transcurre sin darse cuenta, les gusta abrazar y ser abrazados, acariciar y ser acariciados, besar y ser besados, bailar juntos, se trata de un afecto romántico, erótico. El otro (o la otra) es un bombón apetecible. Está volcada la sensibilidad, pero no la profundidad del ser.
  5. Por último, se llaman amigos los aprovechados, gorrones. Son amigos de lo de los otros, no de los otros. Se llama amigos los “pesados”, que se acuerdan de los demás cunando tiene que vomitar sus indigestiones psicológicas. Convierten a los demás en vomitorios: “Necesito hablar contigo”, “tengo que contarte una cosa”...;buscan a alguien con quien desahogarse, ante quien lagrimear, alguien que les admire. Son “amigos de urgencia”, que es lo mismo que decir “amigos de nunca”.
En definitiva, las relaciones de las personas suelen ser: de utilidad (“este amigo me puede echar una mano”), de tertulia (“con ellos lo pasamos bomba”) y de sociedad (“no hay más remedio que cumplir”).
Sirva como una posible alternativa la historia que a continuación expongo:
-Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo.
-Permiso denegado -replicó el oficial- No quiero que arriesgue su vida por un hombre que probablemente ha muerto.
El soldado no hizo caso de la prohibición; salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
-¡Ya le dije yo que había muerto!¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?
Y el soldado moribundo, respondió:
-¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: "Juan, estaba seguro de que vendrías".
 Ángel-Dandy

2 comentarios:

Alberto dijo...

Muy buenas tus reflexiones Dandy, sigue escribiendo, siempre aprendemos algo. Un fuerte Abrazo

Isabel Mª Barragán Vicaria dijo...

Gracias por ser un gran amigo.